Santo Domingo,- Descalza, entre el lodo y la basura rodeando su pequeña casa, estaba
Deidamia Cabrera la mañana de aquel viernes que fue visitada por un
equipo de Listín Diario.
Allí, esta pobre mujer cocinaba, sobre un anafe de gas, un poco de
arroz y guandules. Como lo poco de dinero que tenía no le alcanzaba para
carne, lo que preparaba ayudaría a “matar el hambre” de sus siete
hijos.

Para esta familia de ocho integrantes, diciembre no es una época de
fiestas y alegrías. Ellos no tienen como disfrutar la Nochebuena entre
banquetes tradicionales, villancicos y ropa nueva, pues apenas
sobreviven a la escasez de recursos.
Ese viernes, los niños de Deidamia estaban jugando, también
descalzos, entre varillas y la contaminación del lugar. Había llovido y
el entorno de su casa estaba inundado. Para entrar a su hogar de madera y
zinc había que saltar un charco.
Pedro Miguel, tiene 6 años de edad; Daniel 8; Darian 10; Darianny 12;
Deiry 15, y Emerson, de 19. Todos recibieron con risas y asombro al
equipo de este diario, mientras Devilson, de 17 años, estaba trabajando.
Cuando Deidamia menciona sus necesidades se le hace un nudo en la
garganta y sus ojos se ponen llorosos. Ella habla haciendo un esfuerzo
para no irse en llanto, pero es imposible cuando recuerda que cinco de
sus hijos no van a la escuela, que hace tres meses dos de ellos tuvieron
dengue y que no puede llevarlos a un pediatra porque no tiene seguro
médico.

Luego, Deidamia se mudó a su casita que construyó con mucho esfuerzo,
que ahora es su refugio, aun en condiciones precarias. Solo tiene tres
camas, una mesa deteriorada, sin sillas, un televisor pequeño, una
estufa de una hornilla y una nevera y lavadora que no funcionan.
El espacio es muy limitado para ellos. Una pequeña galería con piso
de tierra y sin sillas es su lugar de reuniones. Por eso, el sueño de
Emerson es que su madre tenga una casa “linda” para que esté feliz y
poder algún día pasarse una navidad “como lo hacen otras familias”.
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