❝A los cinco años el menor cayó de espaldas de un segundo piso. Aunque lo sometieron a estudios médicos, fue tiempo después que sintió los efectos de lo ocurrido❞.
Santo Domingo,- A los cinco años, Rayly jugaba, brincaba y montaba bicicleta como cualquier niño de su edad. Su familia nunca imaginó que tres años después él estaría atado a una cama, inmóvil y sujeto a la voluntad del Señor. Una caída desde un segundo piso transformó su sano desarrollo en una experiencia muy dolorosa para él y para sus padres. Su historia duele, mueve las emociones más sensibles, pero sobre todo, deja una gran enseñanza: a los niños y a las niñas hay que prestarles atención en todo momento. “Porque si nos pasó a nosotros que siempre estamos pendientes de nuestros hijos, imagínese a quienes se descuidan constantemente. Eso pasó en un dos por tres. Todavía no nos explicamos cómo fue”. Lo cuenta su padre Julio César Camilo con un rostro afligido.
La fe en Dios es lo que los mantiene con fuerza ante el antes y el después que está viviendo su hijo, hoy de ocho años y en estado vegetativo. “No es fácil verlo así, no se imagina todo lo que hemos pasado y estamos pasando para cuidarlo y lograr que se pare de ahí, que vuelva a ser el niño que era, inquieto, feliz...”. Las lágrimas le impiden seguir enumerando las características que definen al Rayly de hace un tiempo atrás.
Proceso de internamiento
Fue en el mes de diciembre del año 2021 que los efectos de la caída comenzaron a notarse en el niño. “Él comenzó a caminar raro, a presentar comportamiento físico que no habíamos visto, y lo llevamos al médico. Le hicieron muchos estudios, terapias y todo lo necesario para dar con el problema. Fue así que le diagnosticaron que tenía un tumor en la cabeza”. Su madre, Rosa María Cuevas, ofrece estos detalles con una fortaleza que en ese momento no tenía.
“Cuando nos dijeron que había que operarlo y el riesgo que corría en esa cirugía, nos encomendamos a Dios, nos pusimos en oración, mantuvimos la fe, pero fue algo fuerte, pero nos mantuvimos en pie”. Hasta este momento, había aguante, dice la madre. El padre toma la palabra y recuerda: “El mismo niño entró fuerte cuando lo entraron para llevarlo al quirófano, y me dijo: ‘Papi, tranquilo, todo está bien, yo soy fuerte’, ya usted sabe cómo nos pusimos”. Llorar se hacía necesario.
Rosa, que no pierde la cordura, prosigue: “Pero cuando lo operaron, que nos dicen que no sacaron todo el tumor, y que el niño estaba en estado de coma…”. Aquí su fortaleza se quebranta, pero la recobra y continúa: “Un día nos dijeron que fuéramos a despedirnos del niño porque estaba a punto de morir. No perdimos la fe. La doctora me dijo que estaba muy mal, que le pondrían un medicamento que podía hacer dos cosas, o que no aguantara y falleciera o que lo asimilara y aguantara un tiempo más. Él lo aguantó”. En este momento la tristeza se apodera del rostro de la madre.
“A mí me tuvieron que internar por tres días, me puse grave del corazón. No resistía esa noticia. Mi hijo estaba muy mal, pero no dejé de orar, de pedirle a Dios, y mira cómo hoy lo tengo en mi casa...”. Lo señala agradecida de Dios, pero sabiendo que todavía falta mucho para que su pequeño vuelva a ser el niño divertido que era hace dos años atrás.
Las pruebas no terminan. Hubo un día en que Rayly duró una hora con una hemorragia interna que amenazaba con arrebatarle la vida. “Los médicos pudieron controlarla, pero igual él seguía en coma”. Esto lo dice Julio César, que también cuenta que, sin emitir ningún sonido y sin hacer ningún movimiento, lo llevan a una habitación. Duró tres meses y medio interno, con muy buenas atenciones en la Plaza de la Salud. La cuenta económica sobrepasó los dos millones. El seguro cubrió una gran parte, pero los más de 200,000 pesos que adeudan, aun no los tienen. Esperan respuesta de la Presidencia.
“Sus amiguitos no lo visitan porque le tienen miedo”
Julio César Camilo y Rosa María Cuevas no solo sufren por el estado de salud en el que está su hijo Rayly, de ocho años. A ellos también les atormenta el hecho de no tener los recursos necesarios para que él esté en mejores condiciones.
“Hemos hecho todo lo que ha estado a nuestro alcance, pero no ha sido fácil, hemos sufrido que usted no se imagina. Y por si fuera poco, como le dijimos ella también se enfermó”. Hace una pausa y llora de una forma que parte el alma. La madre es más fuerte y trata de consolarlo.
La familia de ambos les ha dado mucho apoyo, pero como ellos, no disponen de recursos para respaldarles en ese sentido. La frase “Dios provee” es la que les da paz y los ha llevado hasta donde están. Hoy esperan respuesta de la Presidencia para saldar su deuda con la clínica, donde además de buen trato, han sido muy consecuentes con ellos.
Necesita una silla especial
Hay unas sillas especiales para estos casos. Son muy costosas y ellos lo saben. En lo que consigue dotar a Rayly de una, decidieron comprar un coche para bebé que no le funciona para llevarlo al médico y ponerlo a descansar de la cama. “Se le salen los pies y es muy incómodo, tengo que ponerle algunos cojines y comoquiera, no cabe”. Se lamenta la madre que se ha entregado a él en cuerpo y alma.
Lo mismo sucede con el papá. Aunque tiene que trabajar para mantener a su familia, Julio César es un padre presente. Sabe que solo ellos dos pueden lidiar con la válvula que tiene su hijo, así como con los demás aparatos, y eso no es negociable, él siempre está dispuesto a dejarlo todo para atenderlo.
Se desempeña como presidente de la Junta de Vecinos de un pequeño barrio que hay en Arroyo Manzano, y es coordinador de los trabajos que hace la Corporación de Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (Caasd), en los sectores aledaños a su comunidad.
Aunque quisiera estar 24/7 con su amado hijo, al igual que la madre, no puede. Una sola de las medicinas que debe tomar su niño cuesta más de 7,000 pesos mensuales. Esto sin contar todo lo demás, y la alimentación líquida que Rayly debe consumir. Aunque con toda la carga que tiene encima, Julio César no desmaya en la búsqueda de soluciones para que su pequeño recobre la salud.
Los médicos se han asombrado del progreso que han visto en el pequeño Rayly. No creían que tres meses después de darle el alta, sin prometer nada en lo que tiene que ver con recuperación, el niño iba a presentar avances en su salud. Aunque sigue en estado vegetativo, escucha, ya abre los ojos, mueve algunas partes de su cuerpo.
“Cuando lo trajimos a la casa, no hacía nada, absolutamente nada. Tenía sus ojos cerrados todo el tiempo, no escuchaba, no movía nada. Ahora abre los ojos y responde con ellos, mueve los pies si le decimos que lo haga, es decir, que escucha”. Esto lo dice una madre emocionada y con la fe puesta en el Señor de que algún día volverá a ver a su hijo corretear.
Para mostrar a los reporteros de LISTÍN DIARIO lo que ha avanzado su pequeño, el padre lo pone a prueba. Le pide que pestañee dos veces si escucha lo que se está hablando en su presencia. Emocionando a todos, lo hizo, pero queda sobreentendida la incomodidad que le causa estar en esas condiciones.
Para que Rayly estuviera presente en la entrevista, los padres lo sacaron a la sala. Evidentemente, no estaba cómodo en esa posición, pero no tenían alternativa. Sus condiciones de salud no le permiten permanecer por mucho tiempo fuera de su cama que, aunque es en el único sitio que está mejor, a veces debe abandonarla para ser llevado al médico.
El día 30 tiene cita para ver cómo. Hay una cirugía pendiente porque aún le queda parte del tumor en el cerebro. Los padres están positivos y tienen fe de que no habrá que operar de nuevo. Ya tiene otras cirugías, pues además de la del tumor, hubo que hacerle una para colocar la válvula y otra para poder alimentarlo. Con todo y este panorama, ellos no pierden la fe y siguen en oración.
Por: Marta Quéliz,-
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