"Los seres inferiores y resentidos dan vueltas en
torno a su odio y complejos de inferioridad, no actúan en los escenarios
de la política y la guerra con sentido objetivo ni colectivo; avanzan
siempre con sus pequeñeces individuales hacia el tribunal de La Historia
que, de manera inequívoca, los coloca en su zafacón"
Una de las grandes figuras del Siglo XX, fue un hombre juzgado y
condenado por “desertor” en medio de decisiones complejas, en el marco
de un proceso de independencia nacional, que algunos de sus amigos,
pares ideológicos, o aliados nacionales y extranjeros, no comprendían
por desconocer el contexto de la realidad de un país con características
muy específicas que les venían dadas por el escaso desarrollo
económico, social y, consecuentemente, político que ameritaban de
acciones ajustables a lo que permitiera el terreno.
Hubo de
enfrentar las críticas internas y externas. Pero como se entenderá, lo
más difícil fue plantarle cara a los que le acompañaron en el tramo de
su proyecto político cuando aún no había hecho los ajustes que debió
impulsar como producto del estudio de la composición social de su país,
lo que nos señalaría que lo hizo de manera consciente; o por instinto,
que es lo mismo que decir olfato, una condición que genera creatividad y
le da a la política, además de su condición de ciencia, la de arte.
La
conjunción de estas condiciones produce, como afirmara Juan Bosch, la
creación de un genio político. Esa categoría alcanzó Ho Chi Minh, quien
había fundado en 1930 el Partido Comunista de Indochina y lo disolvió
para crear, en 1944, la Liga para la Independencia de Vietnam, al
comprender o intuir que las diferentes fuerzas sociales vietnamitas
debían converger en un proyecto político diseñado sobre la base de un
programa que detectó, recogió e impulsó los intereses comunes para
unificar a la mayoría de la sociedad en tordo al objetivo alcanzable en
aquel momento histórico: la liberación nacional.
Antes de la
reivindicación frente a sus antiguos amigos y aliados, e incluso frente a
sus enemigos y La Historia, El Tío Ho, por su acción del 1944, era El
Liquidador, porque no comprendieron que no liquidaba, que no
desmantelaba, que no deshacía, que no dividía; que, contrario a estos
juicios, reajustaba, creaba, construía, recomponía, unificaba; en fin,
dio inicio a un proyecto que, desde una honda y su diminuta figura
física, enfrentó las gigantescas espadas de mastodontes con talantes y
relatos de inexpugnables, llevándolos a morder el subsuelo de la derrota
y servir de ejemplo a otros pueblos de apariencia débil.
Aquel
acontecimiento, como muchos otros en la historia de las civilizaciones,
nos enseña que en la guerra y en la política los campos de batalla son
similares o se entrecruzan. En la guerra está la política y en la
política está la guerra. Ho Chi Minh fue del partido a la guerra y desde
la guerra al partido; conocía los escenarios que, en términos de
tácticas y estrategia, parecían uno. Tenía claro que la unidad interna
llevaría a victorias sucesivas y, como era un hombre de dimensiones
extraordinarias, articuló un proyecto sin relación con asuntos
personales, por ello sus acciones no eran movidas por los bajos
instintos que acompaña a los seres inferiores.
Los seres
inferiores y resentidos dan vueltas en torno a su odio y complejos de
inferioridad, no actúan en los escenarios de la política y la guerra con
sentido objetivo ni colectivo; avanzan siempre con sus pequeñeces
individuales hacia el tribunal de La Historia que, de manera inequívoca,
los coloca en su zafacón, porque no sirven como referentes ni ductos
para canalizar los avances en espiral que necesita la sociedad para su
desarrollo material, e incluso espiritual, pues no construyen,
destruyen; no unifican, dividen; no siembran, desmontan en sus
constantes desbarres políticos, provocados por la miopía de no entender
la utilidad del instrumento transformador que corrompen y destruyen como
lo hace El Liquidador dominicano de hoy.
Por Manolo Pichardo ,-
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